El
título de este artículo puede inducir a engaño. Cierto que existen edificios que durante
su ejecución, o a los pocos años, se han derrumbado. Pero también podemos afirmar que
el 99,99 %, se mantienen en pie. Un edificio puede albergar gran infinidad de
patologías que se van produciendo en el transcurso de su vida : grietas,
desconches, humedades, etc, etc. Pero en la casi totalidad de los casos la obra, con un aire de altivez, no se doblega.
Un
profesor de mi Escuela de Arquitectura en Valencia nos decía que las obras no se caían
porque no tenían vergüenza. Esta afirmación nos infundía un estado de optimismo
irracional que mitigaba nuestros temores como calculistas de estructuras.
Incluso se nos aseguraba que si en una estructura, de repente, suprimiéramos un
pilar esta se mantendría en pie. ¡ Que bella indolencia nos inculcaba esta afirmación !. ¡ Qué maravillosa era esa
tendencia natural de la estructura a la redistribución de esfuerzos y solicitaciones de las acciones y que
surgían de la realidad constructiva sin nosotros pedirlo y sin ella saberlo !.
Al parecer, independientemente
de nuestros errores o meteduras de pata, un ángel de la guardia nos socorrería en la mayoría de las ocasiones.
Supongo
que a los que se les haya caído una obra estarán maldiciendo al mentado ángel.
Porque este ángel, la verdad, no existe. Afortunadamente, hoy las estructuras se
calculan con un elevado grado de conocimientos y una metodología altamente especializada. Incluso se idealizan modelos de ensayo y respuesta estructural y el progreso, tanto matemático como experimental, ha sido muy
significativo.
Y siempre nos quedarán los eternos coeficientes de mayoración de cargas de, 1.6, y el de disminución de
resistencia de los materiales, de 1.15 en acero a 1.5 en hormigón que son un salvavidas casi perfecto. (Estos son los que se usaban cuando yo estudiaba y aunque en el actual Código Técnico de Edificación, en España y como siempre, han mareado un poco la perdiz, yo, en caso de duda, acudo a ellos.)
Los
métodos también han evolucionado. Hasta la aparición de los
programas de cálculo y de toda la parafernalia informática la cosa, por nuestros mayores, se hacía manualmente primando sobretodo la
experiencia y la tradición acumulada. En la vigas, su canto
(altura) se predimensionaba en 1/10 de su longitud y los pilares se sobredimensionaban sin ningún escrúpulo. Así cualquiera.
Otra cuestión son la lesiones que sufren los edificios. Y son muchas y muy variadas sus causas.. Las humedades en cubiertas (por esa lamina que no se ha levantado en su encuentro con el antepecho), la inestabilidad de una fábrica de
ladrillo (por la falta del retacado con mortero de cemento de la última hilada superior en su encuentro con la cara inferior del forjado), los desconches y grietas del mortero monocapa por ausencia de mallas de solidaridad en los
puntos débiles, etc, etc.
Decenas de pequeños detalles y mimos que necesita la obra y
que en gran manera, por la deficiente profesionalidad de los oficios actuales, se van omitiendo.
La labor del arquitecto (y la del aparejador) se ha convertido, en los últimos tiempos, en
la de un policía a la búsqueda de detalles mal ejecutados y de posibles
lesiones futuras. Y también, la de receptor de las más variadas y variopintas quejas. A mí, durante treinta años de profesión, me han ocurrido circunstancias muy prosaicas y hasta cómicas. Desde clientes que me decían que los suelos de una terraza estaban inclinados (¡naturalmente por las pendientes necesarias para la evacuación de aguas !), hasta quien me comunico, por escrito, que en el hueco de una junta (dispuesta para absorber las dilataciones entre un panel de hormigón GRC de fachada y el forjado) anidaban aves rapaces y estaba a la espera de cual era la solución que proponía al respecto. Naturalmente le remití, por si quería, a una asociación de protección ornitológica.
También
existen muchas supersticiones en la ejecución de la estructura de los
edificios. Viejos mitos que se transmiten entre los profesionales pero que
carecen de sentido.
Una superstición es la obligada colocación de vigas de atado entre las zapatas centradas de una cimentación. Estas
vigas se suponen que impiden que las zapatas tengan desplazamientos
horizontales. Pero es un mito. No sirven para nada en general (excepto muy puntualmente en zonas con alto grado sísmico yen suelos muy poco compactos). El creer que una
cimentación superficial de zapatas centradas va a tener siempre movimientos
horizontales es una superstición. Con todo, aplicadamente, las colocamos entre
ejes de pilares, más una longitud suplementaria hasta la cara opuesta del
pilar. Pero su eficacia es más que dudosa. Es enterrar recursos económicos en hormigón
y acero.
Otra
superstición muy extendida se produce en la construcción de forjados unidireccionales de hormigón con bovedillas semirresistentes. Con la
moda actual de proyectárlos planos (sin descuelgue de vigas) resulta que el
atraque de las viguetas a las vigas se hace de forma que quedan enrasadas al mismo nivel por su
cara superior e inferior. Por supuesto que la viga, ahora plana, sufre más por la
concentración de solicitaciones en una geometría que le es antinatural (desproporcionadamente mayor ancho que canto). Pero
la superstición consiste, a modo de mejora mágica, en prolongar los nervios de la zapatilla de las viguetas hasta su inclusión en la viga. Este error se basa en suponer que los elementos
de hormigón trabajan de una forma isostática, es decir como lo hacen las estructuras
de madera, en que cada elemento se superpone a su inferior y el conjunto
trabaja por transmisión de cargas verticales. Es decir en la secuencia vigueta-viga-pilar. Pero esto no es así en el hormigón. En este sistema las acciones
y reacciones se distribuyen en forma hiperestática y se produce una nueva redistribución de esfuerzos que
reorganiza el equilibrio estructural.
El suponer que los nervios de una vigueta
se "apoyan" en la viga y que es efectivo es una superstición y un error conceptual.
Otra
cuestión también susceptible de equivocación son las juntas de dilatación en
los muros de sótano. Uno está cansado de ver proyectos en los que se detalla
concienzudamente la disposición de estas juntas. Pero ello es un tema falaz. En
un sótano, con las condiciones medioambientales propias, es imposible que el
muro, de gran rigidez, sufras expansiones longitudinales, y si existen estas
son totalmente despreciables. Lo que realmente se debe ejecutar son juntas de
trabajo por la propia logística y el plan de tiempos en su confección.
¡ La colocación de juntas de
dilatación en los muros de sótanos son una superstición y un pequeño derroche
económico !.
Sucede lo mismo en la zapata de cimentación de los pilares de arranque en diapasón, cuando son parte de una junta de dilatación del edificio. ¿Debe
llevarse esta junta a la misma zapata compartida?. Claramente no. El hacerlo es
una superstición que además empeora la solución estructural.
Como
se entiende, todos estos conceptos, y muchísimos más, no los contempla el programa de cálculo estructural de los usuales existentes. Debe
ser la pericia y la experiencia del calculista quien resuelva estas
situaciones.
Con
todo. hay situaciones inexplicables que nadie comprende cómo se han producido.
Uno puede darle vueltas y más vueltas, realizar cálculos y más cálculos y solo llegar, a duras penas, a alguna conclusión aceptable. Son los momentos de duda y gran desazón. Grietas estructurales desconocidas, humedades extrañas, movimientos no esperados. Es imposible el razonar su porqué. Con todas las teorías
y los principios en entredicho, no hay fácil contestación.
Pero un arquitecto es optimista por definición y además, como ya sabemos, las obras no tienden a caerse. Y aunque es cierto que no tienen vergüenza, yo, de todas formas y por si acaso, en tiempos de tribulación o dudas razonables acudo también al inexistente ángel de la guardia estructural.
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