En la Escuela
de Arquitectura nos enseñaban que no había obra pequeña y que toda edificación,
por mínima que fuera, tenía su corazoncito. Esta máxima de mimar lo minúsculo la
contemplábamos tambien en los grandes maestros y así la admirábamos en la Petit Maison de Le Corbusier, en el Teatrino flotante de
Rossi, o en las viviendas mínimas de Dammerstok de Walter Gopius.
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Petit maison nº 4. LeCorbusier. 1923. |
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El Teatrino del Mundo. Aldo Rossi.1979. |
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Vivienda minima en Dammerstok. Gropius. 1930. |
La cuestión era que no había que despreciar ningún tema por ínfimo que pareciera. Y así, en nuestros modestos y nimios proyectos poníamos lo mejor de nosotros. Proyectábamos
pequeños almacenes, mínimas reformas de viviendas, e incluso vallados
con la misma ilusión que si del Coliseo de Roma se tratara. También intentábamos
cuidar los pequeños detalles: el pomo de la puerta, el encuentro de un escalón
en una esquina, el despiece de un mortero. Esta ilusión por “las cosas
pequeñas” calaba un poco a la fuerza pues en aquellos tiempos de juventud la magnitud de los encargos eran mayoritariamente de esta
índole.
Pero lo importante
era no perder el entusiasmo en estas modestas actuaciones. Como decía Kahn -“no
habrá otro edificio”-, y con ello quería expresar que cuando se involucraba en una obra lo hacía con toda la potencia de su alma e, independiente de su
tamaño, como si fuera la última de su vida. Con el paso del tiempo a algunos se nos ha ido olvidando este principio
y nuestra petulante vanidad nos hace mirar de soslayo “esas pequeñas cosas”.
La crisis en el sector y otras prosaicas circunstancias nos han puesto otra vez en nuestro lugar y volver la mirada a los pequeños encargos que nunca debimos
menospreciar.
Digo todo esto
porque la lección de los grandes arquitectos sobre esta arquitectura, de pequeña
escala, sigue ahora tan vigente como en su día. Y esto me lleva hace enlazar con una
pequeña joya del Renacimiento que, a pesar de su reducido tamaño, marcó una
impronta en su tiempo y aun hoy en día representa el sumun de la elegancia en
una edificación tan mínima.
Me refiero al Templete de San Pedro en Montorio de Donato Bramante
Me refiero al Templete de San Pedro en Montorio de Donato Bramante
Un ilustrado colega me dice, cuando sale el tema, que solo tres son los grandes maestros del Renacimiento : Brunelleschi, Bramante
y Miguel Angel.
Ya dediqué una reseña sobre Brunelleschi en el artículo titulado Brunelleschi Express. Ahora, con la excusa de esta pequeña arquitectura, lo hago con Bramante.
Ya dediqué una reseña sobre Brunelleschi en el artículo titulado Brunelleschi Express. Ahora, con la excusa de esta pequeña arquitectura, lo hago con Bramante.
Donato Bramante
(Fermignamo 1443-Roma 1514) tenía cincuenta y seis años cuando llegó a Roma, en
el año 1500, como refugiado desde Milan. Era ya de una edad avanzada para nuevas
aventuras pero el tiempo luego ha demostrado que es a partir de entonces cuando
realiza sus grandes obras. Durante estos primeros momentos se dedica a levantar
planos acotados de los edificios antiguos de Roma y de la Campania. Estos dibujos suscitaron la atención del
Cardenal de Napoles que le encargó el claustro de Santa Maria della Pace.
En este claustro Bramante plantea una división
de dos plantas casi iguales sustituyendo las arcadas, tradicionales hasta
entonces, por una disposición un tanto compleja disponiendo las pilastras de la planta superior sobre
cada pilastra del piso inferior y una sección de muro tras ella. La pared es así
discontinua, de modo que el centro de cada intercolumnio puede quedar ocupado por una pequeña columna
que soporta el entablamento y establece un contraste, con su forma cilíndrica y
esbelta, con las macizas y rectilíneas formas de muros y pilastras. Era una
solución totalmente nueva y de una gran sutilidad.
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Esta actuación
en Santa Maria della Pace hace que el Papa Julio II quede impresionado por su
talento y se convierta, a partir de entonces, en su verdadero mecenas. Y así le encarga, nada menos, que prepare las trazas para lo que será la nueva Basílica de San
Pedro.
Bramantel, al mismo tiempo, recibe el encargo. sufragado por los Reyes Católicos de España, de construir el templete de San Pedro en Montorio Este templete debía recordar el lugar en el que, según la tradición, fue martirizado San Pedro. Fue terminado en 1502.
El templete es un mausoleo sin cámara mortuoria, solo a modo de memoria, por lo que la planta central con su forma circular no fue un capricho del arquitecto. Conocedor de la mejor tradición simbólica, Bramante quiso plasmar con esta forma el sentimiento que transmite más fielmente la idea de eternidad.
El templete se corona con una cúpula que nos transporta desde el mundo terrenal al celestial. El arquitecto recupera las ideas neoplatónicas y en esta obra nos las ofrece. Son la plasmación plástica de las teorías de la escuela de Ficino que concebía a Dios como la Mente Cósmica, adoptando la forma esférica como contenedora de todo el universo y que se desdobla, a su vez, en varias jerarquías: el Alma Cósmica (ánima mundana), la Región de la Naturaleza y el Reino de la Materia.
Bramantel, al mismo tiempo, recibe el encargo. sufragado por los Reyes Católicos de España, de construir el templete de San Pedro en Montorio Este templete debía recordar el lugar en el que, según la tradición, fue martirizado San Pedro. Fue terminado en 1502.
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San Pedro en Montorio. Roma. Bramante. 1502. |
San Pedro en Montorio. Planta. |
El templete es un mausoleo sin cámara mortuoria, solo a modo de memoria, por lo que la planta central con su forma circular no fue un capricho del arquitecto. Conocedor de la mejor tradición simbólica, Bramante quiso plasmar con esta forma el sentimiento que transmite más fielmente la idea de eternidad.
El templete se corona con una cúpula que nos transporta desde el mundo terrenal al celestial. El arquitecto recupera las ideas neoplatónicas y en esta obra nos las ofrece. Son la plasmación plástica de las teorías de la escuela de Ficino que concebía a Dios como la Mente Cósmica, adoptando la forma esférica como contenedora de todo el universo y que se desdobla, a su vez, en varias jerarquías: el Alma Cósmica (ánima mundana), la Región de la Naturaleza y el Reino de la Materia.
Según estas teorías el universo entero está vivificado por una influencia
que emana de Dios como una corriente ilimitada de energía sobrenatural que fluye desde los cielos hacia la tierra y que revierte desde la tierra hacia los cielos formando, lo que era denominado, un " circuitus spiritualis".
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San Pedro en Montorio. Seccion. |
El templete es también uno de los primeros ejemplos del empleo riguroso del orden dórico. Sobre un cuerpo de tres gradas, a modo de estilóbato,
descansa una fila de dieciséis columnas siguiendo los modelos del orden
toscano. Este elegante peristilo sostiene un friso, a la manera dórica, con triglifos
y metopas en los que se esculpen objetos litúrgicos y pasajes de la vida de San
Pedro.
Toda esta composición se enmarca dentro de los cánones clásicos, pero la primera sorpresa surge con la diminuta balaustrada del primer piso. Esta balaustrada, que rodea todo el piso superior, crea una transparencia casi etérea en contraposición con la solidez de las formas de la columnata no teniendo precedentes en la tradición clásica y siendo un incorporación nueva del arquitecto.
Toda esta composición se enmarca dentro de los cánones clásicos, pero la primera sorpresa surge con la diminuta balaustrada del primer piso. Esta balaustrada, que rodea todo el piso superior, crea una transparencia casi etérea en contraposición con la solidez de las formas de la columnata no teniendo precedentes en la tradición clásica y siendo un incorporación nueva del arquitecto.
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San Pedro en Montorio. Detalle del friso. |
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San Pedro en Montorio. Roma. Columnata |
Toda esta columnata
y la propia balaustrada son un hermoso envoltorio que da acceso a un
pequeño edificio circular de dos pisos. Tanto en uno como en otro, los
paramentos alternan profundas hornacinas con grandes ventanales separados
entre sí por pilastras.
Dichas hornacinas, vacías, permiten algún elemento
decorativo en su parte superior y culminan con una media cúpula
gallonada. El cuerpo interior se cubre con una magnifica cúpula bulbíforme, con
un perfil de curva y contracurva, y coronada por una forma apuntada.
Pero tal vez
sea su cualidad espacial interna lo que hace de este pequeño templete una joya
de la arquitectura. Se trata de la manera en como el cilindro, compuesto por las dos plantas, recorre toda la edificación en altura propiciando una lectura unitaria en
contraposición a la fragmentación que muestra su exterior. Este concepto no había
sido usado hasta entonces y será fuente de inspiración para numerosos edificios
posteriores, incluso de forma inconsciente, en los de la era moderna.
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San Pedro en Montorio. Seccion, |
El conjunto arquitectónico, a pesar de su mínima apariencia, es de pequeñas y maravillosas proporciones compuestas por
la sección áurea y la serie de Fibonaci
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San Pedro en Montorio. Seccion aurea y serie de Fibonaci. |
San Pedro en
Montorio recupera el espíritu de los viejos templos de Vesta y Sibila así como
el del Panteón de Agripa que tanto admiraba Bramante. También sigue la
tradición conceptual de los mausoleos paleocristianos y bizantinos. En él se
resume toda una serie de formas arquitectónicas que fueron válidas en otros
tiempos y que van a continuar marcando los gustos estéticos del mundo
occidental durante muchos años posteriores en lo que se conoce como el Alto
Renacimiento.
Estas modestas reflexiones me llevan a
concluir que, ciertamente, en la Arquitectura el
tamaño tampoco importa.
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