APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


lunes, 11 de febrero de 2013

LA CALLE DE QUART Y LA GRAN VIA. UNA HISTORIA IMPOSIBLE



Mi colega, el ilustrado, se pone hoy en plan fino y me indica que las calles son como venas que discurren por la ciudad. Me señala también que son el negativo del volumen de los edificios que la conforman y que sus límites son, lógicamente, la fachadas. Vale, le digo, eso ya lo sabemos.

Impávido, continua disertando sobre las cualidades de las fachadas. Me explica como los maestros del Movimiento Moderno señalaron la existencia de una más, la quinta, la de cubierta, dándole tanta importancia como a las restantes. Cuando le pregunto, maliciosamente, el porque de tanta alharaca, pues esa fachada no se ve desde la calle, me dice que su importancia radica en que es la que ve Dios desde arriba. (Aquí le pillo, y se mosquea, porque admite que la frase no es suya).

Como revancha me epata comentando que, en algunos foros, se habla y se estudia seriamente acerca de  otra fachada más desconocida: la vista desde el interior del edificio, es decir, la perteneciente al envés del cerramiento.  En su opinión es todavía una asignatura pendiente entre tanto neófito.

Así que, apunto en mi libretita el repasar todo esto del valor ambivalente de las fachadas y de los espacios que conforman las calles y plazas: También, que no hay que quedarse con los cuatro alzados de siempre.

Con todo, de esta conversación saco un poco de pecho, y por mi cuenta, empiezo a buscarle corolarios al tema. Uno, que encuentro simple y conocido, es el valor didáctico que los cerramientos poseen. Didáctico, no solo por la posible clasificación que permiten del edificio sino por el aprendizaje continuo que la presencia de sus ritmos, sus escalas, sus texturas y otras cualidades también ofrecen, de tal forma que nos hacen amar o aborrecer a un edificio, sentirnos confortables al pasar por su lado, o no cogerle nunca el paso.

Me sigo animando y rumio la variante de la calle como salón-escaparate. Esta me parece muy fácil y ya estudiada, así que me abstengo de comentársela.

Mi ilustrado colega me dice, finalmente y en tono un poco cursi, que cuando todas estas cualidades, espacio, pedagogía, exposición (y alguna más que según él ya aprenderé) confluyen en un ámbito público uno puede llegar a sentirse,  al transitarlo, como propios los ángeles. Y todo lo contrario si el lugar es más bien torpe y  descuidado. Lo veo muy natural y creo que en esto tiene bastante razón.

Como deberes, ante mi ignorancia manifiesta, mi colega me impone citarle ejemplos locales. Así que empiezo a rememorar algunos de estos trocitos de cielo, o de desdicha, de nuestra querida Valencia.

Y me parece que las calles y plazas que son guais en Valencia son fácilmente reconocibles por su reiterada popularidad y aceptados valores. El protomodelo de nuestra ciudad es la calle de la Paz. Es una vía equilibrada, sosegada, elegante y sin estridencias formales. El pasear por ella es una buena terapia (aún con el excesivo tráfico en algunas horas). Con la progresiva recuperación de sus edificios su armonía ha sido constante y creciente. Su espacio es continuo y uniforme.

El caminar por esta calle, hacia la plaza de la Reina con la perspectiva de la torre de Santa Catalina al fondo es, como diría mi ilustrado colega, un agradable e inteligente recorrido.

Calle de La Paz .Valencia.©Flirk

Otro trocito de gloria de nuestra ciudad es la Plaza Redonda. Aun con sus reducidas dimensiones es un espacio pleno y sin fisuras, y su forma circular una de la más perfectas y bellas posibles. Uno recuerda inmediatamente otros espacios similares, de mayor escala, como el existente en el Palacio de Carlos V en Granada, y siente que esta recoleta plazoleta no le desmerece en nada (aunque mi colega disiente parcialmente de ello y así me lo indica).  

La Plaza Redonda. Valencia© Wiki



Archivo: Patio Paleis Karel V.jpg
Palacio de Carlos V. Granada.© Wiki


Finalmente busco algún ejemplo contrario en nuestra urbe. Esos trozos de ciudad que nacen rotos, o que con el paso del tiempo, se rasgan. Lugares insulsos que enervan su entorno y a sus transeúntes. Y rememorándolos observo que realmente hay muchos de ellos y que lista es larga. : la desmantelada Plaza de La Reina, la aborrecible c/ de Colón, la inexistente Plaza de España......

Otro de estos espacios melifluos, que transito a menudo, es el encuentro entre la calle de Quart y la Gran Vía de Fernando el Católico. Y como lo tengo tan visto y aborrecido me explayo un poco en él.

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La calle de Quart, como bien sabemos, es una calle de referencia en Valencia. Comienza en las torres del mismo nombre y se asienta sobre la huella del antiguo camino que, desde la ciudad, se dirige hacia el Oeste. La puerta de Quart era una de las principales, junto a la de Serranos de salida al norte, la de San Vicente hacia el Sur y la Puerta del Mar hacia el este. El tráfico proveniente de Castilla accedía a la ciudad por ella.


Las Torres desde la c/ de Quart.©Pablo J. Lopez Hernandez 

Cuando en 1838 se derribaron las murallas cristianas que ceñían la ciudad, esta comenzó a expandirse desigualmente por sus aledaños mediante ensanches, acertados unos, dudosos otros, pero siempre realizados a golpes de voluntad y, generalmente, con escasos medios económicos. El primer ensanche en la zona de las Torres de Quart se fué consolidando con la calle Turia como eje y, a mediados del siglo pasado, la naciente Gran Via de Fernando el Católico, nuevo cinturón de ronda, y la calle de Quart se encontraron.


La Gran Via (izquierda) y la c/ de Quart (derecha) . Convento de Minimos de
 San Sebastian (abajo) . ,Jardin Botanico y c//Beato Gaspar Bono (arriba derecha)© Google earth

En el encuentro entre estos viales se ha ido conformando, con el transcurrir de los años y las nuevas construcciones, un ensanchamiento, una expansión de la calle. Sus causas son tan prosaicas como que el cruce entre ambas no se produce perpendicularmente, que el edificio situado en su lado norte no se ciñe a la traza de la calle de Quart y por el repentino retranqueo edilicio creado en su frente sur, junto al Convento de Minimos (seguramente para dejar expedita la salida de las dependencias traseras de este). 

Realmente es un espacio raro.

Aún así, este ensanche trapezoidal ofrecía la oportunidad de convertirse en un espacio de transición, amable y equilibrado, en la entrega de la estrecha calle a la amplia Gran Vía y a modo de antesala. La cosa prometía por la existencia en su perímetro del Jardín Botánico y del Convento de Mínimos de San Sebastián.

Finalmente no ha sido así. Las desafortunadas ordenanzas, la confusa resolución de sus frentes y otros infortunios han propiciado que, tras más de cuarenta años de espera, la oportunidad halla resultado fallida.

Lo primero que se advierte, al ir entrando en la calle Quart, desde la Gran Vía, es un desequilibrio de volúmenes.

La calle de Quart desde la Gran Via © Pablo J. Lopez Hernandez