Como ahora bien sabemos, cuando la arquitectura racionalista inicio su andadura durante el primer tercio del siglo XX en Europa, convivió y libró su particular batalla cultural con las otras corrientes entonces existentes en el panorama arquitectónico y representadas por arquitectos que no participaron de los planteamientos de este movimiento.
También ahora conocemos que el sistema de promoción y publicidad que acompañó a la arquitectura racionalista fue muy potente en sus años de inicio, tanto por intereses políticos y económicos, como de pura oportunidad coyuntural internacional.
Fruto de esta pertinaz propaganda, los arquitectos que no participaron de aquel racionalismo fueron repetidamente silenciados, proscritos o repudiados por la historiografía y la crítica arquitectónica de su época y la de los años inmediatos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Crítica descaradamente adscrita al mismo Movimiento Moderno y al dictado de la ideología cultural y política de los vencedores de la gran contienda.
En repetidas ocasiones, y sin el menor pudor por los historiadores de turno, se ignoró o se despreció sistemáticamente a esas otras arquitecturas y a sus arquitectos, tal como hizo Nikolaus Pevsner en su libro, de culto para los racionalistas, "Pioneers of the Modern Movement" (1936), donde manifestaba, refiriéndose a aquellas que : «cuanto menos se diga de ellas, mejor»;
De manera análoga, Sigfried Giedion (a quien Hugo Haring calificó como "el mayor falsificador de la historia") en su conocido "Space, Time and Architecture" (1941) simplemente obviaba a todos los demás arquitectos no adscritos a la causa racionalista. (Ciertamente Giedion era parte interesada, pues fue miembro y secretario del C.I.A.M. en sus primeros de existencia años y beligerante monaguillo de cabecera del racionalismo).
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PEVSNER Y GIEDION : LA TENDENCIOSA CRONICA DEL MOVIMIENTO MODERNO |
En este sentido, las "historias de la arquitectura moderna" más leídas y más influyentes del siglo XX, como las citadas de Pevsner y Giedion, junto a otras muy conocidas como las de Benevolo, Bruno Zevi, Renato De Fusco, Kenneth Frampton, Henry-Russell Hitchcoc y William Curtis, arrogantemente descartaban o menospreciaban al resto de la producción arquitectónica que no se adscribia al nuevo estilo y, simplemente, se limitaron a ser narraciones heroicas del progreso del Movimiento Moderno.
Entre los diversos argumentos que se utilizaron para esta marginación selectiva de las arquitecturas repudiadas, fue un recurso frecuente la referencia a los pasados controvertidos de algunos de sus miembros o su adscripción a las estructuras de gobiernos totalitarios o a los movimientos nacionalistas de entre guerras, sin clarificar ni aproximarse a entender algunas circunstancias que luego han resultado obvias. Por ejemplo que, en la Italia de Mussolini, todos los arquitectos italianos relevantes de la primera mitad del siglo XX, incluidos los mismos racionalistas, fueron proclives al régimen fascista imperante mientras este existió.
Otro argumento usado como mantra y que no resiste el menor análisis, ni racional ni artístico, fue la falacia empleada al establecer como un principio irrefutable que el “espíritu de la época” (der Zeitgeist) solo era posible en las propias obras del Movimiento Moderno, por lo que el desarrollo de los otros lenguajes quedaba automáticamente denigrado y era, de por sí, anti-moderno, marginal y reaccionario.
Acompañaba también, a esta descalificación y controversia permanente, un alto grado de fariseismo, pues se "ignoraban" continuadamente los propios claroscuros y la contracciones que, en algunos de los héroes del Movimieno Moderno y del racionalismo, también se habían producido.
Basta comprobar, por ejemplo, el reiterado "olvido" por el mismo Mies Vean de Rohe, en sus memorias y escritos publicados tras sus años de gloria en su etapa americana, de algunas de su obras iniciales de juventud claramente adscritas a la más genuina tradición popular alemana en unos casos, o al más puro neoclasicismo y estilo de Schinkel en otros.
O también, en sus interesados guiños al régimen nazi como fue el de su presentación al concurso del Pabellón Nacional Alemán para la Exposición Internacional de Bruselas de 1935 que, claramente le suponía el último cartucho personal de supervivencia en su controvertida etapa final alemana, justo en las vísperas de emigrar a E.E.U.U., y ya desencantado y sabedor de que no solo no tenía cabida en el régimen existente, sino que hasta su seguridad personal peligraba.
En este sentido no es extraño que, posteriormente, el mismo Philips Johnson, simpatizante declarado de los “camisas pardas", manifestara abiertamente que su admirado Mies bien podría haber sido el arquitecto principal del nazismo.
CASA RIELH. 1907. MIES VAN DE ROHE EN SU VERTIENTE VOLK-TRADICIONAL
Otra muestra de este fariseísmo, como ya se ha adelantado, fue la ausencia de cualquier tipo de crítica ante el flirteo continuado del racionalismo italiano con el fascismo imperante en Italia y que, en figuras tan significadas como Terragni o Libera, persistió incluso cuando Musollini ya se había decantado por la arquitectura nacional neoclásica “simplificada” y las directrices de Marcello Piaccentini.
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PALACIO DE CONGRESOS. ADALBERTO LIBERA. ROMA-1938.1954 EL RACIONALISMO ITALIANO ACOMODADO AL REGIMEN FASCISTA |
También resulta evidente el vergonzante silencio mantenido por la critica respecto de las relaciones de Le Corbusier con el fascismo italiano y la Francia de Vichy que, ciertamente, no fueron episódicas y que se produjeron por el arquitecto suizo, y la figura más representativa del "Esprit Noveau", en otros registros distintos a los de la simple obtención de encargos.
Le Corbusier ya había participado en 1930, con Pierre Winter, médico apasionado de la eutanasia y la eugenésica, en la fundación de la revista fascista “Plan”. Y en 1933, en la revista también fascista “Prelude” escribió notas que hoy definiríamos claramente como antisemitas.
Tal como se evidencia de la lectura de sus propios escritos, Le Corbusier apoyaba la idea de una sociedad gestionada según principios autoritarios y antidemocráticos. Es conocida su melancólica frase, ahora embarazosa y nostálgica de la ocasión perdida del dictador alemán, en la que afirmó que “Hitler, pudo coronar su vida con una “operación grandiosa” : la de la planificación de Europa”.
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LE CORBUSIER. HEROE DEL MOVIMIENTO MODERNO CON PASADO FASCISTA Y CONTROVERTIDO |
Con la perspectiva que da el tiempo, y por los posteriores estudios de la crítica actual menos enfervorizada., se van conociendo ahora y se comienza a aceptar la validez y la modernidad de otras arquitecturas y arquitectos que, situados en la otra orilla del pensamiento arquitectónico, fueron marginados de la arquitectura "oficial" en aquellos años.
También, que esta demonización consistió en una viciada operación de un “totum revolutum”, basada más en criterios políticos y en la lucha por el poder cultural que en la pura componente de la teoría arquitectónica.
Solo hasta finales del siglo pasado no se ha comenzado a restituir a algunos de estos arquitectos a una posición más justa y a reconocer sus méritos y contribuciones a la arquitectura moderna. La lista de los olvidados es larga. Entre ellos hoy ya se reconoce la calidad del clasicismo progresivo de Jose Plenick y de Edwin Lutyens, o la desbordante imaginación de los arquitectos de la Escuela de Amsterdam con Michiel de Klerk a la cabeza. También otras figuras del panorama norteamericano, en una interpretación moderada del clasicismo, como John Russelll Pope o James Gramble Rogers.
En este mismo blog ya se ha glosado, en otras entradas, a los representantes marginados del Cubismo Checo (Arquitecturas al margen. El Cubismo Checo) y a figuras tan importantes y complejas del panorama italiano como Luigi Moretti ( "Moretti. No solo del Racionalismo al Informalismo").
Y quedan por explorar muchos otros caminos de otros tantos arquitectos, de nacionalidades y raíces culturales diversas, que con el denominador común de ser firmemente alternativos al racionalismo arquitectónico y que, con sus luces y sus sombras, también forman parte indiscutible de la arquitectura moderna del siglo XX.
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