Cuando yo era joven la carrera de arquitectura era una de la más chupiguay.
Para los que aspirábamos a ella, la arquitectura era la conjunción del
arte y de la ciencia, del disfrute personal
y del reconocimiento social. Todo ello bien fundido y encastado. Y además bien pagado.
La repera.
La soberbia no nos ha permitido, muchas veces, hacer nuestras otras formas
alternativas de trabajo e intentar impregnarlas de un espíritu propio. Cierto que
la valoración de un inmueble o un estudio de seguridad y salud no es un tema
especialmente áulico para el cultivo de la belleza, pero seguro que siempre
habrá algún resquicio para tunearlo. En la mayoría de los casos ni lo hemos han
intentado.
Tercer error: "Cuanto más mejor, y si se hace en menos tiempo mega-mejor". Cuando la coyuntura así lo ha permitido, los proyectos, las obras y las decisiones tomadas han carecido, y no nos ha importado, del tiempo de maduración que requerían.
Acuciados por el propietario, por la promotora, o por la administración,
hemos redactado planes, proyectos, contra-planes y contra-proyectos en tiempos
records en los que, difícilmente, era posible siquiera empaparse del espíritu
profundo de la cuestión y de reflexionar y repensar las cosas. El desastroso
resultado edilicio y nuestro menguante prestigio a la vista están.
Pero, estúpidamente, hemos entrado en la trampa del regateo y de las
rebajas por nuestros trabajos. La timo-liberalización, a la que nos sometió
Europa con sus directivas, y el natural hambre de trabajo del personal no han
sido buenos compañeros de viaje.
Quinto error: Hemos tragado sin rechistar, año tras año, legislatura tras legislatura, todo el aluvión de normas, códigos y decretos con que se nos ha torpedeado. El Consejo Superior de Arquitectos de España no ha resultado demasiado eficaz en este apartado.
Sexto error: El creernos por encima del bien y del mal cuando a la crisis actual (no solo la económica) ya se le veían las orejas. Hemos cerrado los ojos ante la realidad que nos llegaba. Al que le iba bien porque le iba bien y pensó que esto no iba con él. Al que no le iba tan bien porque ni se había enterado de que, alguna vez, las cosas fueron mejores. Encerrados en nuestro caparazoncito, al calor de un cierto y trasnochado chauvinismo, y subidos a nuestra nube, ingenuamente nos creíamos intocables. Ni nuestro engolado léxico ni las cuidadas poses/vestimentas con que solemos camuflarnos han resistido el vendaval que ha barrido de cuajo nuestra vanidad. Así nos va.
Séptimo error: No nos hemos adecuado, seriamente, a las nuevas formas de trabajo que los tiempos y la sociedad exigen.
Nuestra genial y orgullosa individualidad campaba por encima de todo.
Trabajábamos "multidisciplinarmente" de cara a la galería, pero solo de boquilla. Cierto que contábamos con algún ingenierete para resolver lo del aire acondicionado y la estructura si aquello se complicaba un poco.
Pero no nos hemos enterado que, en los tiempos que corren, la arquitectura no es solo el “monete” ese que hacemos en la servilleta de papel el rato en que estamos "inspirados".
Ni que el trabajo de equipo tampoco se limita a esa petulante y paleta coletilla del "y asociados", "arquitectura integral", etc., que pomposamente ponemos en nuestras tarjetas y en nuestros logotipos, eso sí, perfectamente diseñados.
En USA el número de arquitectos independientes es ya muy reducido porcentualmente. En China, el que trabajen dos mil arquitectos en el mismo edificio es cosa normal. Que yo sepa, en España, la mayoría de la profesión aún se concentra en estudios de pequeña escala y pocas personas. Y con la crisis ya ni eso. Y no es que en USA o en China tengan mayor potencial económico (que lo tienen), sino que ha aprendido rápido como se tienen que hacer las cosas actualmente. Nosotros, aquí, hemos perdido el paso que lleva la sociedad.
A ella se apuntaban vocacionalmente unos y despistadamente otros, pero
todos soñadores de futuras glorias. Entre nuestros amigos, era una de las que
más molaba.
También existían otras profesiones aupadas al pedestal
de las "carreras buenas". Pero los futuros artistas las despreciábamos
un poco porque pensábamos que eran más grises y tristes. Su reconocida
relevancia económica no nos interesaba en demasía. Nosotros éramos más
progres y estábamos en otros temas.
La arquitectura se escribía, siempre, con A mayúscula y, desde antaño, los arquitectos habían ostentado un status de reconocimiento y
dignidad. La historia así lo demostraba. Incluso, en otros tiempos más recientes y difíciles, su sentido de la sensatez y del bien hacer los respaldaban.
Pero todo esto ha ido cambiando últimamente a peor. Los arquitectos
estamos, actualmente, probando el hierro del paro, la precariedad y una creciente
crítica social. Desde hace, al menos un par de décadas y descarnadamente en
los últimos años, nos hemos caído (mejor dicho, nos han tirado) del egregio pedestal
de antaño. Y parece que no quedará nadie ni para recoger los trozos rotos.
A los arquitectos del star-system y a los glamurosos ya se les contempla
con recelo por sus tantos disparates megalómanos y los descontrolados
dispendios económicos que provocan . Al resto solo se nos utiliza y apenas se nos contempla.
Y si se hace, generalmente, no es con grandes elogios.
¿Porque estamos donde estamos, sin pena ni gloria, e inmersos en este marasmo?.
Diré la primera razón que se me ocurre: porque nos lo hemos
ganado a pulso.También
diré una segunda: porque nos lo merecemos.
Lo
demás es engañarse y el intentar poner tiritas para detener una hemorragia.
Y no
saldremos de esta si no identificamos y asumimos primeramente nuestros errores.
Solo
citaré, por no aburrir, alguno de ellos:
Primer Error : Los mismos arquitectos hemos olvidado, en la mayoría de los casos, la cualidad fundamental de lo que es la arquitectura. Hasta hemos aceptado el que se nos encasille como una "profesión" más. Ya sé que en la sociedad actual no es posible ir por libre y sin el titulito. Y también que no se se trata de que todos los arquitectos nos creamos Borrominis o Palladios, pero hemos permitido, poco a poco, el soportar y el tener que dedicar la mayor parte de nuestro tiempo a pura burocracia y papeleo en vez de poder pensar más en formas y espacios (a algunos, ni siquiera les ha dado tiempo a pensar).
Nos hemos "profesionalizado", pero a peor. Se nos cataloga, en
el mejor de los casos, como unos meros firmones a los que inexcusablemente hay
que acudir para tramitar papeles y permisos. De arquitectura, a veces, ni se habla.
![]() | |
|
Segundo error: Endiosados y envueltos en nuestro arrogante papel de
"artistas", hemos ido renunciando a otros campos de actividad de "bajo
rango" para nuestras elevadas pretensiones.
![]() | |
|
Tercer error: "Cuanto más mejor, y si se hace en menos tiempo mega-mejor". Cuando la coyuntura así lo ha permitido, los proyectos, las obras y las decisiones tomadas han carecido, y no nos ha importado, del tiempo de maduración que requerían.
Cuarto error: Los arquitectos, por formación, no somos generalmente
unos tahúres del Mississippi y nuestra contrastada indolencia crematística nos
traiciona continuamente. Como dice un conocido maestro, invirtiendo el refrán:
“siempre damos liebre por gato”.
Es más, la maldita competitividad,
con el engañoso lema del "mayor resultado en menor tiempo", lleva aparejado subliminalmente el "que si
se hace tan rápido es, porque al fin y al cabo, lo que se hace no es tan difícil…y
es solo papel “(a mí ya me lo han dicho más de alguna vez): por lo tanto su valor
(honorarios) no puede ser tanto. Defender el que detrás del “papel” hay muchas
más cosas es cansado y aburrido, y cuanto más poderoso e inculto es el cliente
(suele coincidir) más se la sopla.
Así que todos a jugar al si quieres-lo-tomas-y-si-no-lo dejas-y-
rapidito-que-hay-cola.
![]() |
Con la timo-liberalización los arquitectos aun “ más liebre y menos gato”
|
Quinto error: Hemos tragado sin rechistar, año tras año, legislatura tras legislatura, todo el aluvión de normas, códigos y decretos con que se nos ha torpedeado. El Consejo Superior de Arquitectos de España no ha resultado demasiado eficaz en este apartado.
La administración, los otros colectivos o quien pasaba por allí, nos han
metido todos los goles que han querido: La LOE, la Ómnibus, Bolonia, el CTE,
etc., etc., y yo no sé cuántas cosas más. Por no entrar en el sudoku de las distintas legislaciones que cada comunidad
autónoma y cada ayuntamiento se han ido inventando. Toda una serie de corsés
legislativos cambiantes y absurdos. Cuando nos hemos dado cuenta, ya estábamos liados
en una maraña sin salida cuya finalidad es solo una: los arquitectos somos los responsables de todo.
![]() |
Marea de normas, CTE, LOEs, decretos….y nuestras
anchas espaldas
Baumeister. Jost Amman. 1536.
|
Sexto error: El creernos por encima del bien y del mal cuando a la crisis actual (no solo la económica) ya se le veían las orejas. Hemos cerrado los ojos ante la realidad que nos llegaba. Al que le iba bien porque le iba bien y pensó que esto no iba con él. Al que no le iba tan bien porque ni se había enterado de que, alguna vez, las cosas fueron mejores. Encerrados en nuestro caparazoncito, al calor de un cierto y trasnochado chauvinismo, y subidos a nuestra nube, ingenuamente nos creíamos intocables. Ni nuestro engolado léxico ni las cuidadas poses/vestimentas con que solemos camuflarnos han resistido el vendaval que ha barrido de cuajo nuestra vanidad. Así nos va.
Séptimo error: No nos hemos adecuado, seriamente, a las nuevas formas de trabajo que los tiempos y la sociedad exigen.
Nuestra genial y orgullosa individualidad campaba por encima de todo.
Trabajábamos "multidisciplinarmente" de cara a la galería, pero solo de boquilla. Cierto que contábamos con algún ingenierete para resolver lo del aire acondicionado y la estructura si aquello se complicaba un poco.
Pero no nos hemos enterado que, en los tiempos que corren, la arquitectura no es solo el “monete” ese que hacemos en la servilleta de papel el rato en que estamos "inspirados".
Ni que el trabajo de equipo tampoco se limita a esa petulante y paleta coletilla del "y asociados", "arquitectura integral", etc., que pomposamente ponemos en nuestras tarjetas y en nuestros logotipos, eso sí, perfectamente diseñados.
La mayoría no hemos sido
conscientes de que la arquitectura se ha transformado en una disciplina
compleja, que exige ciertamente una respuesta multidisciplinar en la que hay
que aceptar que uno no lo sabe todo y, en la que para sintetizar y coordinar
eficazmente, hay que contar con quienes si saben más que nosotros de otras
cosas.
En nuestro papel de "divinos solistas" se nos olvidó que existía el resto de la orquesta.
En nuestro papel de "divinos solistas" se nos olvidó que existía el resto de la orquesta.
![]() | |
|
En USA el número de arquitectos independientes es ya muy reducido porcentualmente. En China, el que trabajen dos mil arquitectos en el mismo edificio es cosa normal. Que yo sepa, en España, la mayoría de la profesión aún se concentra en estudios de pequeña escala y pocas personas. Y con la crisis ya ni eso. Y no es que en USA o en China tengan mayor potencial económico (que lo tienen), sino que ha aprendido rápido como se tienen que hacer las cosas actualmente. Nosotros, aquí, hemos perdido el paso que lleva la sociedad.
-----o-----
¿Y dónde estamos ahora ?. En ningún
sitio y un poco perdidos. Descolgados del papel que históricamente se nos
asignaba. Y carne fresca de cañón para los que nos tenían ganas.
Se dice que tenemos que renovarnos. Tal vez sea lo cierto. Yo lo único
que sé es que, anteriormente, hemos pasado por circunstancias parecidas, más
leves sin duda, y que solo nuestra
capacidad camaleónica de adaptación nos salvó.
Así que para no acabar en vía muerta tendremos que reinventarnos. La
ilusión y la imaginación son las armas con que contamos y que nunca nos han
fallado. Y además el entender que, además del dibujito en la servilleta, hay
que incorporar en nuestra tarea las cualidades que los tiempos exigen
inexorablemente: sostenibilidad, ecología, ahorro energético (y de los demás),
respeto, economías, integración, especialización, tesón, más cultura, humildad,
……y todo lo que se nos ocurra.
Por ahí va inevitablemente el futuro si queremos sobrevivir y que la
sociedad nos reencuentre.
Para los jóvenes arquitectos es una obligación. Para los mayores casi
una quimera. Mientras tanto, a apretar los dientes y a aguantar. Habrá que renunciar, de momento, a nuestra ansiada subida al Olimpo de
los Dioses. Para subsistir y durante la ineludible travesía, a picotear por
aquí, por allá, y trabajar al menudeo.
¡Ah!.….y seria advertencia para aquellos/as con novios/as o ligues
con futuro: mejor que tu pareja, de momento, no le diga a su madre que sale con
un arquitecto.
interesante
ResponderEliminarGran artículo.
ResponderEliminarGracias. Ojala yo fuera la mitad de artista que tu. ¡Que digo la mitad!. La decima parte.
Eliminar