Leo en la prensa local que un creciente número de nuestros colegas valencianos transitan y anidan, algunos con éxito, por las tierras del lejano Oriente. Y más concretamente en la mítica China, país convertido en los últimos tiempos en anhelada tierra de promisión y de peregrinaje mundial para todos los titulados del planeta en esta procelosa materia y en donde, al parecer, es ya de obligado cumplimiento que todo arquitecto que se precie deba tener allí su particular rinconcito y reconocimiento.
Este
tsunami a la caza de lo laboral por las tierras de Fu Manchu no ha cesado de aumentar en forma exponencial en las
últimas décadas. Se comenta que, de seguir a este ritmo, exista el riesgo de
que pronto el número de arquitectos foráneos con “obra real o virtual en la China”
supere al de la misma población local.
¿Cuáles
son los motivos por los que a esta romería arquitectónica internacional por
tierras tan lejanas, se una también ahora el éxodo de nuestro concentrado talento
regional ?
La
contestación nos llega a renglón seguido y de carrerilla : que la razón
primordial reside en la crisis económica que sufrimos en nuestro país y en la
de otros similares en este lado del occidente europeo; crisis persistente y
traicionera que sume a nuestros correligionarios en el más triste de los
letargos proyectuales y cuyo final no se alcanza a vislumbrar, mientras que, en
las tierras del yuan y en sus aledaños donde todo crece vertiginosamente, o la
crisis ha sido más leve o no ha sido por lo que el personal continua allí enchufado
alegremente en la fiesta del ladrillo y el hormigón como si no hubiera un
mañana.
Además
se nos añade, en corolario inmediato, que eso trabajar por otros mundos va muy
bien para la mente y para vencer nuestras pacatas reservas provincianas, y que
el abrir los horizontes a otras culturas y civilizaciones siempre enriquece y
nos hará, en todo caso, mejores profesionales. El mundo es cada vez más global,
y por ende la arquitectura se torna también más internacional. Y que esto ya
no hay quien lo pare.
Estos
argumentos me parecen sensatos y de razón pues ciertamente nuestro país,
nuestra vieja Europa y nuestra sociedad occidental parecen estar de capa caída
frente al ímpetu económico y al desarrollo de la imparable marea amarilla y,
por lo visto, no cabe otra postura que, la de con el portátil en bandolera, emigrar
para intentar cogerle el paso y acunarse en ella. Además, está muy bien eso de
abrir nuestras mentes a otras culturas, cruzar nuevas fronteras y aprender
nuevas lenguas. Y también, me apunta un chovinista colega, impregnarla con algo
de nuestra fresca savia regional si se deja.
Así pues, nuestros arquitectos valencianos también desembarcan, poco a poco pero sin pausa, en las tierras de la China llevando de mochila sus anhelos, sus ilusiones y sus esfuerzos.
Naturalmente hay distintos perfiles de nuestros arquitectos oriundos y viajeros, tanto en presencia y en ánimo, como en disposición y resultados. Desde los ya instalados permanentemente con estudio propio y que han quemado las naves de vuelta a casa, a los asalariados por cuenta ajena que están probando cómo va la cosa por allí. Desde los telemáticos, que aún se aferran al terruño propio y funden a todo trapo toneladas de gigas y bytes en presencia virtual, a los que van y vienen continuadamente con la naturalidad de como quien se toma un café. También están los ignorados, los anónimos y los más conocidos. Los que están en periodo de siembra y los que ya recogen algún fruto. Y por supuesto nuestro consagrado local oficial, Santiago Calatrava, que ya ha anunciado que construirá tres puentes próximamente en la ciudad de Huashan.
Y
uno, entonces, se alegra, incluso con un poco de sana envidia (¡quien tuviera
treinta años menos y el portátil en condiciones!) por los arquitectos
valencianos que actualmente transitan y/o
triunfan por la China.
Las
imágenes que nos llegan de sus trabajos, algunos todavía en preparación, son ilusionantes
y seguro que nuestro pabellón local quedará en lo más alto posible por aquellos vastos parajes orientales.
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CONJUNTO DE VIVIENDAS EN XIONGANG. VICENTE GUALLART. 2020. |
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COMPLEJO COMERCIAL EN QINGDAO. FRAN SILVESTRE.2018 |
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SANTIAGO CALATRAVA TAMBIEN ANUNCIA QUE CONSTRUIRA TRES PUENTES EN HUASHAN |
Pero, naturalmente, no es oro todo lo que reluce.
Un colega, del perfil muy joven, nos cuenta también su experiencia recién en una grandiosa “oficina china de arquitectura”. En ella, con cientos de arquitectos, los jóvenes contratados foráneos de las más diversas nacionalidades son agrupados en equipos de cuatro o cinco personas. Así, fácilmente, se constituyen quince o veinte equipos. Su misión es rumiar y parir una especie de estudio/idea-con-dibujitos/mini-proyecto sobre un tema que la dirección de la empresa propone todos los lunes a primera hora: un edificio residencial concreto, un macro complejo comercial, una ciudad de un millón de habitantes para un concurso, etc., etc.
El plazo para esta tarea es, inexorablemente, de una semana y cada viernes todos los equipos entregan su propuesta a la dirección que, en un plis-play decide cual de todas elige, o bien hace un mix de dos tres propuestas para su desarrollo y pulido posterior, ahora ya, por los arquitectos seniors (chinos) de la oficina.
A partir de entonces los jóvenes integrantes de los esforzados equipos ya no saben nada más de aquello y de cómo terminaron sus ideas y aportaciones. Comienzan el siguiente lunes con otro tema nuevo propuesto por la dirección en similares condiciones y así, indefinidamente, semana tras semana. Naturalmente hay una puntuación interna y periódica de estos frenéticos concursitos contra reloj y los miembros de los equipos que no consiguen situar asiduamente sus estudio/idea-con- dibujitos/mini-proyectos en la parte alta del ranking son invitados, en breve plazo, a abandonar la “gran empresa china de arquitectura”.
Mi joven colega me indica también que, fruto de este continuado estrés proyectual, la competencia interna entre los equipos se torna despiadada (espionaje entre equipos, histerias, neurosis, robo de ideas, plagios y demás) y, como es predecible, el futuro laboral incierto; cuestión esta última de poca relevancia en el fondo pues los sueldos son normalitos y similares a los de cualquier empleado en un supermercado. (chino).
Es habitual que, tras un tiempo en este estajanovista trabajo de proyectacion, sean los propios “concursantes”, exprimidos y agotados, los que abandonen voluntariamente la “gran oficina china de arquitectura”. Pero esto tampoco importa a la dirección porque la oferta de savia fresca es ilimitada y fluye continuamente con nuevos candidatos de reemplazo.
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Pero también uno recuerda lo que nuestro Saenz de Oiza decía de las arquitecturas de estas oficinas mastodónticas: “que eran leche de muchas vacas, del promedio de leches de muchas vacas y, en realidad, del procedimiento de manipulación de la misma leche". Así que aquello no era leche de una sola vaca, como la que él tomaba de la vaca Charito que tenía su abuela,… y que, por lo que veía, en estos centros de tan variado y múltiple trabajo impersonal pasaba lo mismo y la cosa al final no solía salir muy bien….
En cuanto al capítulo de duelos y quebrantos de estos jóvenes compañeros, un colega ilustrado, y un pelín cínico, me tranquiliza al instante : ¿Qué se les exprime un poco a los ilusionados neófitos foráneos?. ¿Y qué es la tarea de creación si no una continua y desinteresada dilapidación de nuestros privilegiados talentos?.
Y prosigue : ¿Qué hay que ponerse al servicio de corporaciones y empresas que no se caracterizan por su especial cariño ni por tener un mimo con el artista?. Pues ahí están, me dice, para ejemplo de melindrosos y pusilánimes, las desazones y los desdeños sufridos por tantos maestros del Renacimiento y del Barroco en sus perennes cuitas y batallas con los Dux de Venecia y los Papas de Roma; y más cercanos en el tiempo, ahí está la frustrante experiencia de Utzon con los desagradecidos australianos aquellos en lo de la Opera de Sidney; o los líos del propio Mies van der Rohe con la acaudalada Sra, Fanrsworth por si la casa que le construyó era no era la que ella esperaba; y ¿cómo no? las desventuras de Charlotte Perriand de la que el mismo Le Corbusier chupaba creativamente (ver para creer), marginándola luego a la hora del reparto de méritos. Y la historia es inacabable…...
Así que, con lo de la arquitectura que sale de las mastodónticas oficinas chinas, lo de la leche de la vacas, y la desazón continuada de sus intervinientes, uno comprende que esto es lo que hay y lo que ha marcado tantas veces, en nuestra profesión, el signo en la arquitectura. Y que por este camino, al igual que el de la arquitectura china actual, el resultado final es como es.
Con todo, mi mayor deseo de plenitud y triunfos para los arquitectos valencianos que transitan por las tierras de Fu Manchu.
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