APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


domingo, 30 de septiembre de 2012

BRUNELLESCHI EXPRESS



Esta tarde he desempolvado algo de Brunelleschi. La historia es conocida, pero tan valiosa y singular que ahí va la cosa. Es como una tacita de Brunelleschi expres.

Resulta que desde los primeros años del cuatrocientos y  hasta sus postrimerias siempre difusas, en el Renacimiento, como en botica, había un poco de todo. Tramposillos como Serlio, copiónes como Ammannati, finólis como Palladio, e incluso algún que otro excelso iconoclasta como Bramante,

Según mi ilustrado colega los grandes maestros fueron solo tres : Brunelleschi, Bramante, y Miguel Angel. Así que me propongo garabatear algo sobre ellos. Hoy le toca al primero.


Santo Spirito. Brunelleschi © Aguilar SA

La figura de Brunelleschi es atractiva y sobradamente conocida. En cualquier manual se nos dice donde nació y con quien y donde se formó. También, y esto es lo importante, que fue el quien retomó el verdadero espíritu de la arquitectura romana estudiándola a pie de obra y codificándola in situ.

Brunelleschi fué un adelantado del humanismo y mentor del clasicismo renacentista en estado puro. Sus obras son de la máxima elegancia. Como alguien dijo, "hablaba el latín de la arquitectura".  Santa Maria degli Angeli o el Santo Spirito son tranquilas, ritmadas y plenas.

Pero incluso sin estas obras, Brunelleschi hubiera pasado igualmente a la gloria y a la historia por el solo hecho de ser quien, revolucionando el método constructivo existente, encontró la solución a un problema que parecía irresoluble con los conocimientos de la época : la cubrición de la cúpula de la Catedral de Florencia..

Catedral Santa Maria del Fiore. Arnolfo/Talenti © Paatz

La cosa venia de lejos. Desde el 1300 los florentinos eran la primera potencia económica y social de la Toscana, y como todos los magnates al uso, decidieron reedificar su antigua catedral. El arquitecto Arnolfo compuso las primeras trazas que luego continuo y concluyó Talenti. Una condición indispensable del nuevo edificio era el superar en grandiosidad a las vecinas de Pisa y Siena.

La planta de la nueva catedral consistía en una larga nave con un crucero octogonal, un coro absidal y causídicas que abrían tres lados del octógono. La fuente de inspiración para la cubrición del crucero era, sin duda, la cúpula de 27 metros de diámetro del Baptisterio cercano, antiguo templo romano dedicado  Marte y posteriormente a San Juan  Bautista, patrón de Florencia.


Baptisterio San Juan Bautista © Aguilar SA

Pero como los florentinos querían que la suya fuera la top-catedral, espolearon a los arquitectos en demasía y a éstos se les fue un poco de las manos la dimensiones de la misma, y en particular, las del octógono del crucero que resultó finalmente de 41 metros de vano. El acabose. La cubrición del mentado octógono se convirtió, entonces, en un problema. Arnolfo y Talenti murieron no dejando indicación alguna de como pretendían, si es que lo sabían, resolver aquello. Para cualquier maestro constructor de la época la empresa resultaba inabordable.

El octógono era tan grande que hasta resultaba imposible el encontrar maderas suficientemente largas y resistentes para hacer la cimbra. Y por si fuera poco, allá por el 1400, se levantó un cimborrio sobre el octógono, lo que supuso una altura total de 54 metros desde el suelo hasta el borde superior de este. Parece que fue una forma de entretenerse, a la espera de que a alguien se le ocurriera alguna idea. Los arrogantes florentinos pasaron del día a la noche, convirtiéndose en motivo de las  burlas y escarnios de las ciudades vecinas.

Finalmente, la megalómana obra quedó abandonada tras casi ciento cincuenta años desde su inicio. Hasta que en 1471 aparece Brunelleschi.

De su primera estancia en Roma, Brunelleschi conocía bien los edificios romanos. La mayoría de ellos eran casi ruinas, y el único que se mantenía completo y conservado era una magnifica obra que aun hoy asombra : el Panteón. Su perfecta cúpula semiesférica de 43 metros de diámetro y con un óculus central de ocho, era y es, sorprendente y bellisimo. Brunelleschi dedujo, por tanto, que era posible construir cúpulas de gran tamaño, y por supuesto, sin cimbras. Otra cuestión era que la cúpula del Panteón se asentaba sobre unos muros cilíndricos de inmenso espesor, todo lo opuesto a los débiles muros del cimbórrio de la catedral de Florencia, por lo que, aún en la posibilidad de poder construirla los empujes horizontales posiblemente los reventaria.

Del estudio de otras cúpulas menores y desmenbradas, Brunelleschi constató que los romanos las levantaron al aire, moldeando círculos de argamasa en hiladas horizontales y concéntricas, esperando a que cada una se endureciera para continuar con el anillo siguiente. El óculo era el resultado, e incluso la confirmación, de este método. Para un maestro constructor de aquella época, acostumbrado a pensar en términos constructivos conceptualmente verticales y convergentes en una clave, este óculo era sorprendente y hasta inexplicable.

Sinteticamente, Brunelleschi encontró al fin la forma de solucionar el problema mediante la combinación de la técnica de los nervios estructurales góticos, bien conocidos por el, y del método de construcción, mediante estas hiladas horizontales, de los romanos. La idea nos puede hoy parecer simple, pero para la época era revolucionaria. Los nervios góticos comos elementos verticales para apoyos de carga, y los anillos concéntricos de ladrillo trabados, en espina de pez, como nervios dispuestos en un plano horizontal. Y no era necesaria la cimbra. Y todo al mismo tiempo y al aire.

Extructura de la cúpula. Brunelleschi © Sampaolesi

Los obreros y maestros alucinaban pues hasta los términos conceptuales en que se expresaba Brunelleschi eran nuevos para todos, incluso para el mismo al exponerlos.

Planteó como punto esencial el construir los nervios principales en cada ángulo del octógono, y otros dos entre ellos, formando el  esqueleto para las capas de la cúpula. Nervios que se elevarían en hiladas autoestábles tanto en vertical y horizontal.

Dado el poco espesor de los muros del cimborrio, la forma y medidas elegidas para los nervios verticales fueron la del arco de ojiva y así lo indicaba el maestro  : " pues que es este un arco que en redondo siempre empuja hacia arriba, y cargado con la lumbrera, el uno con el otro la hará durable. Y ha de ser gruesa al comenzar al pie, de tres brazos, y tres cuartos, e ir estrechandóse piramidalmente por fuera hasta donde se cierra y ha de estar la lumbrera.......".


Cúpula Catedral de Florencia. Brunelleschi © Aguilar SA


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Además de esta pericia magistral, por la que Brunelleschi alcanzó la gloria, lo que también siempre me gustó es el final de este párrafo suyo :  " Háganse los muros de la cúpula  como queda dicho, sin apeo hasta treinta brazos, y de allí hacia arriba del modo que aconsejen los maestros que las han de construir; porque la práctica enseña cual ha de seguirse".


Sección por la cúpula. © Anderson

El gran Brunelleschi sabia de lo que hablaba en lo de la práctica y de esa verdad algunos tuvimos que echar mano, a la fuerza, en los primeros años de profesión.

Cuando en mi juventud me topaba con esos pequeños desaguisados que, habitualmente, surgen a pie de obra, como el escalón que sobra o falta, los cinco centímetros que siempre necesita de más el aseo, el marco de la puerta que ahora no cabe.., etc., dismuladamente, intentaba sonsacarle el "posible arreglo" al  veterano encargado que por aquellos tiempos siempre era persona mayor y con mucha obra a la espalda (ahora ya no existen).

Para salvar mi orgullo, de arrogante e ignorante lechuguino, incluso aparentaba saber de antemano como resolver el problema pero simulando condescendencia e incluso fingiendo como a disgusto, finalmente, aceptaba siempre su opinión. Porque "la práctica enseña cual ha de seguirse."
   

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