APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


viernes, 19 de julio de 2013

¿ES EL CERTIFICADO ENERGETICO EL TIMO DE LA ESTAMPITA?



En su inefable película "Los que tocan el piano" Tony Leblanc era un maestro interpretando el timo de  "la estampita".

En esta modalidad de estafa, la victima era generalmente un paisano de provincias, recién descendido del tren en la gran ciudad, que era abordado por un personaje con supuestas y escasas facultades mentales, el tonto, y que le mostraba un sobre con gran cantidad de billetes (de los de mil pesetas) a los que no daba ninguna importancia y que decía que eran "estampitas" del niño Jesús.

Entonces entraba en escena el segundo timador, el listo, que convencía a la víctima para engañar al tonto ofreciéndole una pequeña cantidad de dinero a cambio de ellas. Azuzado por la codicia el ingenuo paisano le compraba las "estampitas", pero cuando tras "engañar al tonto" abría el sobre, en un apartado posteriormente, en lugar de los billetes solo encontraba recortes de papel. Naturalmente, tras el cambiazo, el tonto y el listo ya habían desaparecido llevándose su dinero.

Con todo lo dicho, si Tony Leblanc interpretara nuevos timos en actuales versiones cinematográficas, seguro que podría incluir el del Certificado Energético. Y no hay que tener mucha imaginación para saber quien sería cada cual en esta farsa oficializada. El  timado, una vez más, el ciudadano de turno, el listo nuestra querida Administración y el tonto (y nunca mejor dicho) los "certificadores energéticos". 

Y todo, naturalmente al olor del metal dorado, y de paso, tenernos entretenidos.


                                                    

Nuestros filibusteros propios (políticos y otros chupopteros que tienen que justificar sus injustificables sueldos) siempre han sabido manejar las palabras, y cual trileros, marearnos.

Las últimas palabras mágicas y en boga son la sostenibilidad ambiental, la ecología del habitat, el agujero de la capa de ozono, la autosuficiencia y otras tantas parecidas que, en nuestra pacata sociedad, aún triunfan.

Arropados por las directivas europeas (en Bruselas también tiene que justificar el sueldo), y con los tiempos que corren de autocontención y ahorro,  han visto el nuevo filón y,  por el bien nuestro y el de la humanidad mundial, ahora toca lo de la Certificación Energética de las Edificaciones.

Se nos dice que es para de evaluar (es decir decir controlar) y registrar la cualidad energética que poseen nuestros inmuebles. Incluso se han inventado un registro para ello y una cursi clasificación con letras de colores. Y hasta nos proponen posibles alternativas técnicas y constructivas (todavía no obligatorias) para su mejora y así salvar a humanidad de los mayores males. Todo muy loable y sensato. Lo de Kioto son minucias frente a esta magna operación.

Y resulta que uno, en principio, se lo cree. Y hasta puede que la intención sea útil y necesaria. Pero como dice el refrán " del dicho al hecho hay un gran trecho", y como siempre suele pasar en estos casos el niño ha nacido mediante cesárea y descaradamente espabilado.

La mecánica del proceso  de certificación energética sigue los cánones del timo de la estampita pero con matices más maquiavélicos. Lo bueno está en que, en esta  nueva modalidad, el listo también engaña al tonto. Para ello, primero, se busca el "proto-tonto" que avale todo el protocolo mediante la pátina de sus conocimientos y/o titulación. Como el maná pecunario promete ser suculento, y para no cabrear a tantos posibles tontos (aquí quieren serlo casi todos por lo que pueda caer), se abre el abanico y el tonto puede ser, desde un  API listillo, un aburrido perito agrónomo, un ingeniero de telecomunicaciones en paro, otro de caminos, un ávido economista, un administrador de fíncas, naturalmente un arquitecto (los hay a cientos por castigo), e  incluso si hace falta,  hasta el más insigne Master por la London Bussines School. Dicen que es por lo de la liberalización y la libre competencia, pero me parece más por la socialización de tanta carroñeria. Así que lo de menos es lo que sepa cada uno, o si es de la talla S o XXL. Se les asegura que habrá café, copa y puro para todos.

Con el listo porra en mano, y con tanto tonto revoloteando, la victima no tiene margen y pagará toda la fiesta. Por lo visto no es posible que este nuevo invento sea un servicio que realice la propia Administración sin coste añadido para el contribuyente (debe ser porque los funcionarios están muy ocupados en todo-de-todo y no hay suficientes manos).

Pero, inoportunamente, entre la codicia del listo y de tanto tonto que se apunta, la hoja de ruta del Certificado Energético empieza a desmadrarse, y la cosa se complica.

El sacrificado contribuyente,  que ya hace mucho tiempo que bajó del tren, se escama y presiente "lo de la preocupación energética" como una forma más de expoliarlo oficialmente. Y como todos tenemos hoy en día un primo o un cuñado que puede hacer de tonto, y a la familia nunca se le engaña, este nos confirma nuestras sospechas.

La Certificación Energética es solo un primer paso y, si ciertamente relativamente barata, su trascendencia para nuevas y futuras obligaciones económicas y fiscales es manifiesta y temible. En unos años todos obligatoriamente, a energizar, con tolerancia cero, los inmuebles  propios en lo que habitamos toda la vida. Ello exigirá nuevos permisos y papeleos, con nuevos ingresos para la Administración, será el fin de la crisis y de la sequía económica para los tontos, el arreglo definitivo para la ecología mundial, y para el país el esperado incremento del PIB. ¡ Viva la  Certificación Energética !.

Por si acaso, y para mantener el orden, el listo o sea la Administración, se inventa nuevos disparates coercitivos como la necesidad del mismo en las nuevas inscripciones en el Registro de la Propiedad. Y aunque los registradores alucinen no importa. Este oropel también ayuda y  hay tontos de buena fe que, incluso, se creen las bondades del experimento, la seriedad y la trascendencia del mismo. Claro, como en nuestro occidental entorno civilizado ya se esta en ello....

.Y así estamos.

                                                 

Técnicamente, desde el patio trasero y entre bambalinas, el proceso para  la Certificación Energética presenta aspectos extraños y hasta cómicos.

En realidad se trata de manejar hábilmente un sencillo programa, pero si el tonto certificador es además un poco holgazán y quiere pasar de puntillas sobre aspectos que no le interesen, o le compliquen la cosa, el programita tiene una tecla mágica : la de evaluación por defecto.  Cuando se desconoce un dato constructivo, o de características energéticas, y no se quiere uno quemar las cejas en mayores enjundias, toca el agradecido botoncito y aparece el dato del "por defecto", o sea el conejo sale de la chistera. Nos dicen que este dato, "por defecto", es científicamente válido pues nace de un profundo estudio estadístico y de bases de datos realizadas previamente y por escalones (y que deben abarcar el mundo mundial porque valen tanto para las viviendas de hace quince años como las de cuarenta y en todas las disposiciones y combinaciones constructivas posibles). Pero no importa demasiado su origen. Es tan legal, oficial y permitido el intentar hacer un certificado laboriosamente y medianamente bien, que con el botoncito del "por defecto".

Otras particularidades del programa son hasta infantiles como el  apartado del patrón de sombras que, aunque se disfraza con teorías que parecerían propias de una agencia espacial, son en realidad confusas e ingenuamente pedestres. Y por no hablar de la misma general discrecionalidad (¡que paradoja!)  con que se introducen los datos de las instalaciones energéticas existentes.

Deben existir más tristes aspectos pero es cansado y aburrido el descubrirlos, así que lo mejor es pasar bola y seguir el manual de uso. Lo definitivo y cierto es que el Certificado Energético, y su programita,  ya están en circulación y con dirección obligatoria.

Por otro lado y hablando crematisticamente, la naturaleza que es sabia, ha castigado y puesto en evidencia inmediatamente a tanto tonto avaricioso.

Incluso antes de la aprobación del correspondiente Decreto ya habían aparecido, como setas, innumerables "empresa y sociedades" ofreciendo el Certificado Energético en tiempos récords y a precios de liquidación : "Pida su presupuesto o llámenos por teléfono (llamada gratis) e inmediatamente nos pondremos en contacto con Ud". "Somos los más baratos". Ni las campañas de ventas de primavera del Corte Ingles han sido tan agresivas como estos nuevos chacales. De los anhelados y esperados 300 o 400 euros por certificado, (que ya es miseria), se ha caído la bolsa en  hacia los 80 (ya he visto, incluso, ofertas a 68). Y como el sufrido contribuyente también ha espabilado, se ha llegado a extremos tan esperpénticos como el de subastarse en la red, a la baja claro, el coste de un certificado. La tierra prometida y el esperado negocio han desaparecido en un plisplay. Todos los tontos dándose codazos y bajando sus  pantalones y sus honorarios, en una aberrante carrera hacia el precipicio, solo perdonable por la actual hambruna existente en el sector.

Y así sigue la cosa. Así que yo, como potencial tonto que soy, no voy a entrar en esta humillante situación. Me niego a firmar un Certificado Energético en estas condiciones y aunque sea para mi suegra. Prefiero ir antes a la Casa de la Caridad. Los tontos que hagan el tonto de verdad. Además, en todo caso que venga el maestro Tony Leblanc, y aunque no sea en película, nos enseñe bien como se hace esto.



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