APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


“Nada es tan peligroso en la arquitectura como tratar los problemas por separado”
Alvar Aalto


domingo, 24 de noviembre de 2024

LA CASA DEL ARQUITECTO (4). JOHN PAWSON.

                                                                                                                                                                                                                          

John Pawson (Halifax 1949) es una de las figuras más representativas del minimalismo. Y lo practica, tanto en lo artístico, como en lo moral, con una profunda radicalidad.

Viajero incansable, y a la búsqueda de respuestas a sus inquietudes, Pawson recorre durante su juventud multitud de paises del Lejano Oriente y se establece un año en el Japón trabajando, como simple aprendiz, para el arquitecto y diseñador Shiro Kuramata a quien reconoce como su primer maestro. De este recibe la influencia de la cultura Zen y de la belleza del lenguaje artístico simple y modesto de la filosofía del "wabi", basada en la “pobreza voluntaria", como camino para alcanzar la plenitud de una vida serena y transcendente.  

Pawson también reconoce como referencias personales las figuras de Mies Van der Rohe, a quien admira por su búsqueda de la perfección formal, de Le Corbusier por su incansable activismo intelectual y de A.G. Fronzoni por la simplicidad de sus diseños. Y añade como en su retina siempre están presentes los paisajes calmados de su Yorkshire natal y la arquitectura de los monasterios medievales cistercienses como modelos de una actitud sencilla y modesta.

Con estas influencias Pawson comienza a zurcir el lienzo de lo que será su hacer arquitectónico en el futuro, y siempre teniendo como meta el trasladar a sus composiciones, y a la ejecución de sus espacios, la sencillez más extrema. Para ello se propone alcanzar, como el mismo denomina, el "mínimo irreductible" mediante la implacable reducción a lo estrictamente necesario y en todos los niveles, tanto artísticos como mentales, de las superposiciones, apariencias y comportamientos del ser humano.

Pawson define este minimalismo, tan personalmente entendido, como : "la perfección alcanzada por algo cuando es imposible que sea mejorado por sustracción. Esta es la cualidad que posee todo objeto en el que todos sus componentes, detalles y funciones se han reducido a lo esencial". 

viernes, 5 de enero de 2024

NUESTRO QUERIDO PROMOTOR LOCAL Y SU HABITAT NATURAL

 





La figura del promotor inmobiliario, en este país, podría ser digna de un tratado de sociología y psicoanálisis versado en audacia y supervivencia.

Para fijar bien el término, digamos que, en el sentido clásico, el promotor inmobiliario es esa persona, física o jurídica, que arriesgando su dinero propio o buscándolo en otras fuentes, pone en marcha y desarrolla todo el proceso edilicio adquiriendo el suelo, encargando los proyectos, tramitando las licencias y contratando las obras para, finalmente, rentabilizar el producto construido.

Pero ciertamente, y sobre todo desde las últimas décadas, estas tareas se han ido alterando. Todo ha cambiado bastante. 

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Cuando, allá por los años setenta, los jóvenes arquitectos pasábamos desde las cálidas escuelas de arquitectura a la frialdad de la calle por estos lares se estaba produciendo un fenómeno muy curioso y que venía de lejos. Todo el mundo, con posibles económicos, aspiraba a ser promotor inmobiliario. La coyuntura social y los vientos económicos parecían incitar a ello.

Y en esta tarea se afanaban multitud de candidatos, pues para ello solo era necesario reunir tres condiciones, si bien, no al alcance de todos y a saber : tener dinero fresco (o posible acceso a él), poseer elevadas dosis de atrevimiento, incluso rayando en la inconsciencia, y gozar de un ilimitado desparpajo verbal y existencial.

Otras gracias no eran estrictamente necesarias y las condiciones sociales de la época así lo permitían.