Cuando, a finales de los setenta, Ludovico Quaroni publicó el libro "Proyectar un Edificio. Ocho Lecciones de Arquitectura ", una bocanada de cordura se propagó entre las revueltas aguas de las teorías y los aprendizajes necesarios para proyectar una obra de Arquitectura.
Este escrito fue como un bálsamo para la resaca de la embriaguez que, con tantos mensajes cruzados e incluso contradictorios, se nos había asaeteado en los últimos tiempos. Su halo de sensatez y de rigor nos devolvía a territorios conocidos y enfocaba, pristinamente, la mirada sobre como debía uno iniciarse y deambular en este arte.