Repasando algunos edificios de Frank Lloyd Wrigt y recordando ciertos versos de Oliverio Girondo no he podido resistirme a elucubrar sobre las semejanzas de estos dos personajes tan distintos, incluso antagónicos, y en como persiguieron ambos el mismo objetivo en sus peculiares trayectorias.
Frank Lloyd Wright (1867 Wisconsin - 1959 Phoenix Arizona) fue audaz y apasionado. Y su vida personal es casi tan interesante como sus obra. Se casó nueve veces y se arruinó otras tantas. Marcado por experiencias tan dolorosas como el asesinato de su segunda esposa y de sus hijos, o por los incendios en tres ocasiones de su refugio de Taliesin, no se arredró ante ninguna de éstas circunstancias y con su fuerza vital siempre las superó.
Wright era dandy y coqueto, amante continuo de mujeres dispares, "bon vivant", disipador de fortunas y maestro en "sablear" a sus amigos. Recorrió las distintas escalas sociales y económicas cual pez en el agua. Arrogante y vanidoso, se enfadaba terriblemente cuando en algún periódico leía que era sin duda "el mejor arquitecto americano" y con su gran ego a la espalda vociferaba : ¿Como sin duda el mejor arquitecto americano?. ¡Soy el mejor arquitecto del mundo.!
Oliverio Girondo (1981 Buenos Aires-1967 Buenos Aires) fue todo lo contrario. Romántico, tímido y enamoradizo es, sin duda, el mayor poeta argentino hasta el momento. De familia adinerada, recibió la educación esmerada y snob de la época. Estudió Derecho, aunque nunca lo ejerció como tal, y vivió su vida sin sobresaltos en un ambiente rutinario totalmente discreto, cómodo y sin sorpresas. Sufrió una dura enfermedad en los últimos años de su vejez y su existencia fue, tal vez, muy monótona. En sus incursiones en el surrealismo estableció contactos con los máximos poetas de las vanguardia europeas de su tiempo.
¿Qué asemeja a estos dos personajes tan distintos en su personalidad y en su deambular por la vida?. Es muy posible que jamás se conocieran personalmente, o que solo vagamente uno supiera de la existencia del otro. Pero había algo en lo que, de poder conversar cara a cara, siempre hubieran coincidido. Ambos querían que sus obras tuvieran una cualidad superior, que se elevaran y volaran sobre lo circundante.
