Leo en la prensa local que un creciente número de nuestros colegas valencianos transitan y anidan, algunos con éxito, por las tierras del lejano Oriente.
Y más concretamente en la mítica China, país convertido en los últimos tiempos en anhelada tierra de promisión y de peregrinaje mundial para todos los titulados del planeta en esta procelosa materia y en donde, al parecer, es ya de obligado cumplimiento que todo arquitecto que se precie deba tener allí su particular rinconcito y reconocimiento.
Este tsunami a la caza de lo laboral, por los lares de Fu Manchu, no ha cesado de aumentar en forma exponencial en las últimas décadas. Se comenta que, de seguir a este ritmo, existe el riesgo de que muy pronto el número de arquitectos foráneos con “obra real o virtual en la China” supere al de la misma población local.
¿Cuáles
son los motivos por los que a esta romería arquitectónica internacional, por
tierras tan distantes, se una también ahora el éxodo de nuestro concentrado talento
regional ?
La
contestación nos llega a renglón seguido y de carrerilla : que la razón
primordial reside en la crisis económica que sufrimos en nuestro país y en la
de otros similares en este lado del occidente europeo. Crisis persistente y
traicionera que sume a nuestros correligionarios en el más triste de los
letargos proyectuales y cuyo final no se alcanza a vislumbrar mientras que, en
las tierras del yuan y en sus aledaños donde todo crece vertiginosamente, o la
crisis ha sido más leve o no ha sido por lo que el personal continua allí enchufado
alegremente en la fiesta del ladrillo y el hormigón como si no hubiera un
mañana.