sábado, 25 de octubre de 2025

EL ARQUITECTO Y LOS OBJETOS COTIDIANOS

 

Cubertería. Joseph Hoffman. 1904.


En la sociedad actual el diseño de los objetos cotidianos, popularizados y al alcance de las economías medias, se ha configurado como una más de las artes aplicadas. Esta actividad, que ha incorporado paulatinamente los ideales de composición y creatividad, se ha instalado en las cercanías del discurso de la arquitectura, tal como ha sucedido históricamente, salvando las distancias y en un proceso de reciproca retroalimentación con las artes denominadas mayores como la escultura o la pintura. 

Zigzagueando o en paralelo pero siempre al compás, bien de las primeras vanguardias artísticas del siglo XX o de otras posteriores como el informalismo, el arte cinético, el mininal, el pop-art, la deconstrucción o hasta el mismo art bin, la camaleónica versatilidad de este campo del diseño no ofrece dudas.

Con una agresiva publicidad, y con el potente brazo de la fabricación en serie de la industria, ahora, todo un universo de aparatos y objetos "diseñados" nos inunda y nos desborda. Desde el más sofisticado mueble hasta el más modesto sacacorchos. Estamos definitivamente en la era del "todo diseño".

Es más. Fruto del consumismo y de la globalidad actual, el protagonismo de tanto común objeto ha subido un peldaño en la escala social para quedar instalado entre las corrientes más glamurosas que la mercadotecnia reserva para el capricho, el esnobismo y el pijerio contemporáneo, en similar manera a lo sucedido en el mundo de la ropa y sus complementos, o en el de la cosmética y la belleza.

Esta particular fiebre fetichista propicia continuamente más de una cómica y cateta situación. Hoy en día, para estar en la modernidad, además de tener colgada en casa la tan manida litografía de Mondrian, el hacerle un hueco en la sala al sillón Breuer, o tener una mesa de Carlo Scarpa (de imitación), es preciso disponer, también y al menos, de un servicio de mesa de Kazuco Sejima o de un salero de Peter Zumthor. Y quien no distinga la silla "Doctor No" de Philip Stark de la "Tulip" de Saarinen, corre el serio peligro de ser marginado de la pomada artística e intelectual de esta feria de vanidades.


Sillón Doctor No". Philip Stark.1997.



Silla Tulip  Eero Saarinen. 1955.



Servicios de mesa. Kazujo Sejima y Rieu Nishizawa. 1995. 



En este frenesí actual del "todo-diseño" también se ha multiplicado el elenco de actores. Junto a las primas donas de la especialidad, una pléyade de diletantes creadores, desing managers, masters desing  y otras faunas con enrevesados nombres, se extienden y nos amenazan por doquier constantemente. Hoy quien no "diseña" cree no ser nadie y todo el que tiene al alcance lápiz y papel se transfigura y se apunta a esta feria comercial del más puro iconismo. Las revistas de papel couche y de "decoración", generalmente perdidas en un volcán de imágenes y un lio semántico de acepciones rimbombantes, solo capaces de impactar a las cándidas amas de casa, tampoco ayudan en demasía a desgranar el polvo de la paja.

En consecuencia, en esta nube del ""todo el mundo diseñando" la maraña entre verdadero valor, ganga y quincalla promete ser inextricable.