En mi paso por la Escuela de Arquitectura de Valencia la única asignatura, de la rama de Proyectos, que no aprobé a la primera fue la denominada como Proyectos I. Saqué un 4,75. Y aunque el proyecto parecía de posible interés, según me dijo el catedrático titular, me había puesto esa nota porque había fallado estrepitosamente en el tema de los armarios. O sea, que a las viviendas que había proyectado les faltaban armarios.
Ni que decir tiene mi incredulidad por esos centimillos que me faltaban para el aprobado, así que para conseguirlos en
Septiembre tuve que apretar alguna que otra habitación y vigorizar la presencia de los
dichosos armarios.
Eso y como castigo el resolver, también para Septiembre, un imaginario colegio de enseñanza media en una imaginaria parcela de la que solo se conocían sus dimensiones y que, como estaba en un desconocido limbo, carecía de cualquier inserción en trama urbana alguna y/o de la mínima imaginaria orientación. Ese proyecto escolar fue un ejercicio de prestidigitación. Los de mi curso en aquel entonces recordarán aquello del "colegio" y sabrán de lo que hablo. Este era en nivel docente por aquellos tiempos.
Eso y como castigo el resolver, también para Septiembre, un imaginario colegio de enseñanza media en una imaginaria parcela de la que solo se conocían sus dimensiones y que, como estaba en un desconocido limbo, carecía de cualquier inserción en trama urbana alguna y/o de la mínima imaginaria orientación. Ese proyecto escolar fue un ejercicio de prestidigitación. Los de mi curso en aquel entonces recordarán aquello del "colegio" y sabrán de lo que hablo. Este era en nivel docente por aquellos tiempos.